Cuando, conversando con Augusto Ferrer-Dalmau se planteó el asunto del cuadro que él planeaba pintar para el Museo Naval, no quedó, desde el principio, la menor duda de que éste debía referirse a la hazaña del Glorioso. A la epopeya del Glorioso. Era éste un navío de 70 cañones y tenía ese bonito nombre: Glorioso. Un nombre de los que condicionan y obligan. […]